Es obvio decirlo, pero es importante mencionarlo: las acciones de e-Learning son, ante todo, acciones educativas. Y estas tienen sentido si – y solo si- se enmarcan en una estrategia educativa clara. Tanto al momento de planificar, como al momento de evaluar una actividad de e-Learning , los criterios que deben y deberían primar, son, antes que nada, educativos.
Hay cuestiones como lo son; a quiénes queremos formar y para qué son centrales para tomar decisiones. Y será determinante para decidir si lo adecuado para ello es o no el e-Learning, si debemos usar tal o cual tecnología, etc. Si esto lo pensamos al revés, esto nos pude conducir a muchos fracasos. O bien a “éxitos” aparentes, en los que mucha gente pasa por un curso, por ejemplo, pero no siempre aquéllos que hubiéramos querido o debido formar ni con la formación que hubiera sido necesaria.
Por esto mismo, es importante que en los equipos que conducen este tipo de procesos exista una fuerte experiencia de saberes educativos y pedagógicos. Los aspectos tecnológicos son obviamente importantes en este tipo de proyectos, pero no pueden ser los únicos, ni los dominantes. La constitución de estos equipos es un aspecto muy importante y clave, porque deben combinarse de modo adecuado varios tipos de conocimiento.
Se trata, en este tipo de programas, específicamente de acciones de formación profesional. Es por ello que no podrán trasladarse mecánicamente experiencias exitosas en otros terrenos educativos, a este tipo de proyectos. Por ejemplo: hay muchas áreas de formación profesional que desean realizar un trabajo manual que difícilmente puede hacerse a distancia, lejos de un taller. Aunque en este terreno están surgiendo avances (programas de simulación, realidad, virtual, etc.) no siempre será posible ni deseable sustituir el taller por una pantalla de computador.
Tampoco es siempre aconsejable canalizar “lo teórico” a través del e-Learning y lo “practico” a través de acciones presenciales. La propia separación entre la teoría y la práctica es algo que muchas instituciones de Formación Profesional buscan evitar, integrando el aula y taller en un mismo espacio físico recuperando la idea de que el conocimiento profesional se construye sobre todo en la práctica (Moura Castro, 1984; Barrato, 2005).
Es importante recordar que muchas instituciones de Formación Profesional tienen como destinatarios principales, poblaciones con bajo acceso a tecnologías o con alta necesidad de contar con espacios de socialización, no fácilmente sustituibles por vía “virtuales”. Para estas cuestiones actualmente también se están diseñando alternativas interesantes, pero aún así, no dejan de ser factores a tener en cuenta.
Pensar en la EAD en general y no solo en la que utiliza NTIC´s.
Hay mucha experiencia acumulada en este campo, y en particular en la propia formación profesional, que será muy útil. Muchos de los problemas del e-Learning son los mismos de las EAD “tradicional”. Como por ejemplo: la producción de materiales, la motivación, la deserción y la importancia de las tutorías, se presentan problemas muy similares en la EAD que usan NTIC´s y en los “antiguos”. Saber cómo se enfrentaron los “viejos” sistemas de EAD a estos problemas nos es muy útil hoy. Especialmente cuando estos problemas se desarrollan en nuestras propias instituciones, o al menos, en el campo de la Formación Profesional. Lo de “viejos” es, además, muy discutible: ya que muchas de sus herramientas siguen siendo de gran utilidad actualmente.
¿Cómo es que se están aprovechando, o cómo podrían aprovechar en la institución la experiencia anterior a la EAD en los nuevos programas de e-Learning?
La EAD es un concepto móvil. De hecho la EAD ya había evolucionado en el pasado, de la “distancia total” a formas combinadas presenciales y a distancia (Bates, 1995; Moore, 1996). Y hoy en día lo mismo está sucediendo, y esto es lo más razonable y adecuado que suceda con el e-Learning (Kaplúm, 2000; Bates, 2001, Giusta; 2003; Pelgrím, 2003). Porque en el vínculo personal, cara a cara, entre docentes y alumnos, y también entre alumnos, permite hacer muchas cosas que no son viables cuando éste no existe.
El propio término “a distancia” termina incluso resultando poco claro para definir a muchos programas. Tal vez por ello han existido y existen otros que nombran cosas iguales o parecidas: educación abierta, desescolarizada, autoformación, autoaprendizaje. En todos los casos la diferencia con las formas tradicionales tiene que ver con el hecho de que la relación cara a cara cotidiana entre los educadores y los educandos, aunque no siempre desaparece, adquiere características distintas de las que tiene en los sistemas tradicionales presenciales. Y, por otro lado, suelen adquirir mayor importancia otras mediaciones pedagógicas (Prieto, 1991), tales como los materiales educativos.
En muchos sistemas presenciales se han ido incorporando elementos que provenían de la experiencia en EAD, como por ejemplo el uso más intenso y complejo de materiales educativos o mediaciones pedagógicas. Hay quienes hablan también de “webización” de la enseñanza (Armellini y Grünberg, 2001), cuando se utiliza la Internet como herramienta de apoyo a la educación presencial. Hay entonces muchas formas mixtas, que se convergen entre sí: