Antecedentes históricos:
Aunque la mayoría de los autores están de acuerdo en reconocer que la tecnología educativa se desarrolla a lo largo del siglo veinte, incluso alguno de ellos propone la década de los sesenta como el punto de arranque significativo de misma, hay autores, como Saettler (1968, 1978 Y 1991), que se han dedicado a analizar en exclusividad sus raíces y precursores, con el riesgo que ello conlleva de confundir la historia de la tecnología educativa con la historia de la educación, ya que incluyen en la misma prácticamente a todos los autores significativos la historia del pensamiento educativo. Desde esta perspectiva la tecnología educativa se entiende dirigida hacia la planificación de la instrucción।
Aunque la mayoría de los autores están de acuerdo en reconocer que la tecnología educativa se desarrolla a lo largo del siglo veinte, incluso alguno de ellos propone la década de los sesenta como el punto de arranque significativo de misma, hay autores, como Saettler (1968, 1978 Y 1991), que se han dedicado a analizar en exclusividad sus raíces y precursores, con el riesgo que ello conlleva de confundir la historia de la tecnología educativa con la historia de la educación, ya que incluyen en la misma prácticamente a todos los autores significativos la historia del pensamiento educativo. Desde esta perspectiva la tecnología educativa se entiende dirigida hacia la planificación de la instrucción।
Desde este punto de vista nos estamos moviendo en la concepción de que la tecnología no se refiere a la introducción de productos tecnológicos, sino a la ampliación del conocimiento científico y la creación de diseños para resolver los problemas de contextos específicos de enseñanza-aprendizaje. Y en este sentido donde tenemos que encuadrar la frase de Schramm (1977) cuando afirma: “Hasta donde nosotros conocemos siempre ha existido la tecnología instruccional” En esta introducción, y sin detenernos más que en sus orígenes no podemos olvidar las imágenes rupestres del Paleolítico como elemento informativo comunicativo, o la utilización de la dramatización y la demostración como estrategias básicas de instrucción, son los sofistas para Saettler (1978 y 1991) los cursores de la tecnología educativa, ya que fueron los primeros en preguntarse por los problemas asociados con la percepción, motivación, diferencias individuales, y evaluación y en reconocer que diferentes estrategias instruccionales de rendimiento producen diferentes productos de conductas» (Saettler, 1991).
La significación de los sofistas no sólo viene por el esfuerzo realizado por la introducción de un currículum educativo que más adelante dará lugar a las siete artes liberales (Abbagnano y Visalberghi, 1976) o ser los primeros en concretar en nuestra cultura occidental la profesión de maestro con una verdadera publicidad para la captación de alumnos (Marrou), sino fundamentalmente por proponer lo que podríamos considerar como una metodología de enseñanza apoyada en: la realización de conferencias, organización de la materia, debates sobre temas fijos e improvisados y, algunas veces, de las lecturas y comentarios de textos poéticos.
Dentro de este análisis de los precursores de la tecnología educativa, nos encontramos también a Juan Amos Comenio (1592-1670), quién con sus obras Didáctica Magna, Orbis sensualium pictus y Janna Linguarum reserata, introdujo a la cultura occidental la consistencia de una ciencia para la enseñanza, la posibilidad de utilizar en ésta medios más amplios que los provenientes de los códigos verbales y la creación de medios de enseñanza con un diseño específico para los niños. Planteamientos estos últimos, de dominio específico de la tecnología educativa, que siguen vigentes en nuestro sistema escolar, y que algunos de ellos podrían ser considerados como innovadores. Los grandes principios en los que apoya su método instruccional los establece en los siguientes términos:
Método instruccional debe seguir el orden natural, de manera que los contenidos deben de estudiarse de acuerdo al desarrollo de las etapas de cada estudiante.
La educación debe comenzar desde los primeros años, y se puede organizar por la edad y los intereses de cada uno de los estudiantes.
La educación debe realizarse en común no de forma individual.
Para cualquier aspecto que se pretenda enseñar, se debe comenzar por los conocimientos generales y, posteriormente, llegar a unos conocimientos específicos.
Se debe fomentar en primer lugar el entendimiento, después la memoria y por último la lengua.
Toda la instrucción debe tener una aplicación práctica a la vida y poseer algún valor para los estudiantes.
Los contenidos pueden ordenarse de acuerdo con su dificultad, la secuencia es un elemento a considerar.
Se pueden diseñar libros de textos y materiales ilustrados que se correlacionen con la instrucción.
Los contenidos pueden presentarse tanto oralmente como mediante imágenes.
Como autor que apoyó también la utilización de las imágenes en la formación, encontramos a Fray Tommaso Campanella (1568-1639), que sostenía que la sabiduría se funda en los sentidos y en consecuencia en su obra la Ciudad del Sol llega comentar cómo los niños aprendían a través de la observación de las imágenes existentes en las torres que rodeaban la ciudad.
Uno de los autores que ha aportado ideas significativas a la modificación de la historia de la educación en general y a la concreción en un futuro de nuestra disciplina en particular, ha sido Rousseau (1712-1778). Él en 1976 publica El Emilio, donde en función de la evolución psicobiológica de las personas traza métodos específicos de enseñanza, distinguiendo tres tipos de educación: de la naturaleza, de las cosas, y de los hombres, siendo la educación significativa aquella que aglutina los tres tipos. Ahora bien, lo verdaderamente significativo fue su propuesta del paidocentrismo, es decir la llamada de atención que realiza para orientar todas las estrategias docentes en función de las características psicológicas y evolutivas del alumno, propiciando al mismo tiempo la participación activa del educando en su proceso de educación. Las actitudes de la posición sistemática de la tecnología educativa, tenderá a diseñar situaciones curriculares donde todos los elementos giren en torno al alumno.
Esta posición paidocéntrica, se afianzará en siglos posteriores con los trabajos de Pestalozzi, Froebel y Herbart, con los que llegará a adquirir pleno sentido educativo, ya que como es sabido, Rousseau fue más un teórico que un práctico de la educación.
Una de las formas de entender y conceptualizar la tecnología educativa ha sido a través de la psicología conductista, en la cual destaca fundamentalmente Skinner, que llega incluso a escribir en 1968 una obra con una referencia directa a nuestra disciplina: The technology of teaching; sin embargo no podemos olvidarnos de los precursores de esta corriente o paradigma psicológico. Así uno de los psicólogos en los inicios del siglo XX Thorndike, en 1912 en su obra Education: a first book, presenta las primeras ideas, como la ley del efecto, que con el paso del tiempo constituirá la base del conductismo. Para Saettler (1991) Thorndike formuló una serie de principios que tendrán bastante trascendencia para la formulación de una tecnología de la instrucción como son: la autoactividad, la significación del interés y la motivación para el aprendizaje, la individualización, etc. Tampoco podemos obviar que con él se llevan a cabo las primeras investigaciones sobre medios de enseñanza, en concreto estudios sobre el recuento de palabras en textos escolares. Dewey, presidente American Psychological Association planteaba la necesidad de establecer una «ciencia puente» entre las teorías psicológicas y sus aplicaciones en contextos instruccionales. «Ciencia puente» que vendría a ser la tecnología educativa.
Bibliografía:
CABERO, Julio. “TECNOLOGÍA EDUCATIVA” Diseño y utilización de medios en la enseñanza. Editorial Paidós, España 2001